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Corrientes:: Un Catálogo de Flora y Fauna

e martë, 10 korrik 2007






El Parque Nacional Mburucuyá, en los Esteros del Iberá, sorprende con sus bellezas naturales.
A medida que el vehículo se acerca al Parque Nacional Mburucuyá, Corrientes, el sobrevuelo de las aves se hace notorio. A lo lejos, un conjunto de palmeras yatay delatan parte del paisaje, apareciendo muchas más a medida que avanza el rodado. Bosques de palmeras, abundantes laureles o ñandubay, quebrachales y cañadas, conforman este escenario, creado en tierras donadas por el danés Troels Pedersen en 1948, para preservar los ambientes del noroeste correntino. Son 17.640 ha que forman parte de los Esteros del Iberá. Mburucuyá presenta tres regiones naturales: la chaqueña, la selva paranaense y el espinal. Hay varios senderos que se internan donde el paso del hombre no dejó huellas. El bosque chaco-oriental aparece regado de palmares, pastizales, pajonales y esteros. Abundan el quebracho colorado y el blanco, el urunday y el viraró. En zonas bajas se diseminan algarrobos, talas y palmeras caranday. En la primera parte del recorrido, el sendero corre paralelo al arroyo Flores, que forma pronunciados meandros y permite ver lobitos de río y aves. Luego la senda se bifurca y se extiende hacia la franja selvática compuesta por pequeñas isletas o mogotes. Abundan el alecrín, la palmera pindó, la caña tacuaruzú, el timbó y el laurel. El parque está copado por sonidos de tucanes, pájaros carpinteros, guazunchos (pequeños ciervos) y monos carayá. Hacia el otro lado, el sendero Aguará Popé acerca hasta las cañadas del parque y el espinal de bosques xerófilos con palmeras yatay, estepas de gramíneas y pajonales. En todo el parque, hay diversas especies de animales: entre las clásicas, es el hábitat del ñandú, aguará guazú, yacarés overo y negro y mono aullador. Un último sendero lleva hasta los esteros, como el de Santa Lucía, donde suele haber dorados, surubíes y viejas de agua. Las lagunas interiores se formaron donde antes existían lomadas arenosas o esteros. El viento erosionó la tierra y formó enormes huecos que se llenaron de agua. El relieve arenoso de la costa invita a caminar. Pese a las aguas limpias, no se aconseja bañarse: hay palometas, parientes de las pirañas amazónicas. Para disfrutar en paz

Fuente: Clarin

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