En Lobos, aquí nomás
Un genuino almacén de campo, un lujoso spa y el imán del polo. Una ciudad que siempre convoca. Más allá de su conocida laguna, parte de las llamadas "encadenadas", Lobos es hoy una de las capitales del turismo rural, ya que en sus cercanías concentra un gran número de establecimientos tradicionales que conjugan la atención y el servicio de lujo con la belleza de sus imponentes cascos, algunos de ellos verdaderos palacios de estilo europeo. La ciudad es también un destino ineludible para los amantes del polo; casi todas las estancias importantes tienen una o más canchas y prolifera en la zona la cría de caballos, buscados en todo el mundo por los entendidos. Además, la ciudad cuenta con un interesante casco antiguo, el museo dedicado a Perón, un excelente spa y un viejo y auténtico almacén de ramos generales. Todo a 100 km de Capital. Si bien hay varias hipótesis sobre el nombre de esta ciudad, que hasta fines del siglo XIX se llamaba Punta de Riel, algunos historiadores se inclinan por señalar que se debe a la cantidad de perros cimarrones que vagaban por el campo sin dueño. Algo más reñida es la historia de Lobos con Juan Perón: es que con el vecino pueblo de Roque Pérez se disputan el lugar de nacimiento de quien más tarde fuera El General. Aquí, el Museo de Perón muestra objetos -desde la cama matrimonial hasta una afeitadora eléctrica- que donó Isabel Perón, la mayoría traídos desde Madrid, y una valiosa colección fotográfica que da cuenta de la visita de Perón a la ciudad, en 1953 (se ve al general en el balcón mayor del edificio municipal, saludando con sus brazos extrendidos, como era su estilo). El museo se presenta como la casa donde Perón vivió su infancia; no obstante, historiadores y estudiosos hablan de un rancho en las afueras. La ciudad todavía conserva sus antiguas esquinas sin ochava, donde era frecuente que se escondieran los pistoleros en medio de alguna disputa sangrienta. También, una serie de casonas de estilo, como la del fundador del pueblo, José Salgado, hoy una pequeña hostería de lujo. Prolija y bella, la plaza 1810 -donde no faltan la iglesia gótica y el palacio municipal, como es de rigor- concentra la movida política y social de Lobos. Pero hay un sitio curioso y distinguido: el Club Social, edificio diseñado en un exquisito estilo Art Nuveau, donde originalmente se reunía sólo lo más selecto de la sociedad lobense. Hoy, si bien mantiene esa categoría, se ha convertido en un bar y restaurante de lujo, abierto al público, con su boiserie de roble y sus amplios salones, donde todavía es posible presenciar una partida de canasta entre damas. La laguna de Lobos, a 15 kilómetros de la ciudad, es el sitio ideal para compartir un almuerzo informal o una mateada, si el día regala un poco de sol. Pasando el Club de Pesca, hay un paseo que fue remodelado a nuevo, con sus respectivas mesas y parrillas. Y si bien la pesca no abunda en esta época del año, sí es posible practicar en estas aguas todo tipo de deportes náuticos. En el viejo almacén
Viajando hacia el pueblo de Salvador María -así llamado en honor a Salvador María del Carril-, se llega a Barrientos, un antiguo almacén de campo rodeado de estancias. La hora para visitar este sitio es la del crepúsculo y es común ver a los paisanos que trabajan los campos bebiendo en la antigua barra de madera o mintiendo un truco en la mesa de juego, aunque otras personas frecuentan también el lugar. Por caso, el pintor costumbrista Gustavo Solari (expone en el Museo Metropolitano de Buenos Aires en setiembre; vale la pena visitar su taller, en pleno campo, armado con dos viejos vagones de tren), quien mientras sus nietos corretean por el almacén con sus latitas de gaseosa comparte chistes, fernet con vermut y queso y chorizo de campo con su amigo el orfebre Oscar Martínez, que trabaja en Lobos y vende sus piezas en Buenos Aires y otros rincones del mundo. El clima que se respira en el lugar es de profunda cordialidad y respeto; gauchos con barba de caudillo y blancos y rubios estancieros ingleses que se quedaron a vivir en la zona atraídos por el fenómeno del polo, comparten la mesa. "Hace más de cincuenta años que estamos acá: nunca hubo una sola pelea", asegura uno de los dueños, Hugo Mongiardini o Purrete para los amigos. Lobos tiene también su espacio para el relax. El hotel y spa Aquae Sulis es especial para combatir, sólo o en pareja, el estrés de la ciudad. Se trata de un resort a todo lujo, de líneas sobrias y estilo americano, donde se puede hacer hidroterapia, masajes de todo tipo y tratamientos faciales y corporales. Tiene hasta un bosque con juegos de agua y en su exclusivo restaurante es posible degustar desde sushi hasta un pejerrey a la salsa de quesos. Desde Buenos Aires, las combis de Lobos Bus llegan hasta la puerta.
Fuente: Clarin
Nuk ka komente:
Posto një koment