Aquí nomás - Capilla del Señor

Fin de semana gourmet en un pueblo como los de antes A 80 kilómetros de Buenos Aires, las propuestas de La Encantada, Había Una Vez Fonda y Los Naranjos Ya no más esperas en los restaurantes de Tomás Joffré o San Antonio de Areco, para desacelerar un poco y pasar un rato agradable sentado a la mesa y luego adormilarse con las siestas de sol del interior. No es que en los mencionados polos de turismo no se logre este cielo protector, pero últimamente, y a causa de las aglomeraciones, resulta más difícil. En cambio, Capilla del Señor, a 80 km de Buenos Aires, es un verdadero hallazgo a la hora de elegir donde comer, tan cerca pero tan lejos de Buenos Aires. Con poca prensa, esconde algunos sitios que merecen ser visitados y que aún no conoce el turismo masivo. A eso se suman las fiestas patronales, que se realizarán el próximo fin de semana por el aniversario número 272 de la creación del partido de Exaltación de la Cruz, donde, desde la mañana bien tempranito, habrá suelta de palomas, misa y procesión con la imagen del Cristo Crucificado; desfiles de escuelas y centros tradicionalistas; expo rural, y la actuación de artistas. Continuarán el domingo con patio de comidas y juegos para niños en la plaza San Martín, más feria de artesanos y microemprendimientos. Pero volviendo al tema gastronómico, hay algunas novedades curiosas que tienen que ver con esta movida que, sin prisa pero sin pausa, se adueña de Capilla, un pueblo con gran potencial turístico por su antigüedad, su belleza y su gente, que de a poco se abre a los visitantes. En la Posada La Encantada, Marcela Grinberg y su hijo Andrés de la María, chef de 21 años, trabajan en un cambio de carta para la próxima temporada primavera-verano con la idea de abrir los fines de semana por la noche, también con pizzas a la parrilla y tragos. El tipo de cocina apunta a fusionar sabores clásicos argentinos con ingredientes del Medio Oriente (especias, leche de coco, etcétera) y técnicas de la cocina europea. Algunos de los platos nuevos serán el muffin de calabaza con corazón de queso de cabra sobre verdes, los ñoquis de batata y almendras con salsa de ron, panceta y romero, y de postre, marquise de chocolate sobre almíbar de menta y frutos rojos. Está abierto como restaurante los fines de semana, mediodía y noche, Había Una Vez Fonda, de Silvia y Joaquín Vargas. Se trata de una rosada casona de 1874 con aires de antaño, reciclada y decorada con objetos centenarios. Sin freezer "Como me encanta la cocina, me propuse abrir esto a pulmón y ofrecer comida de fonda para la gente que valora lo gourmet en serio. No tengo freezer ni cámara de frío, hago todo en el momento, cuando las musas acuden finalmente a salvarme de tanto comensal hambriento de mucho más que una buena comida: un momento agradable, una conversación pausada, un sabor irrepetible", cuenta Silvia desde su cocina de campo y el patio de ladrillos, que en verano contará con espumantes y cerveza artesanal tirada. Ofrece siete u ocho tapas, de las cuales los buñuelos son imperdibles; una pasta plana, como los originales fideos al Malbec, y una rellena como los malfatti o sorrentinos de ricota, panceta y puerros con base de salvia; el guiso de lentejas; la sopera antigua que se acerca a la mesa humeante con un brebaje del día; el guiso de cordero, una vez al mes, y las ostras gratinadas. No se repiten los platos porque ella y su marido se aburren. Sara ayuda desde el comienzo a Silvia en la preparación de los platos que a veces se demoran más de la cuenta, y ella soluciona con un "si quieren un McDonald s, ya se pasaron, está en Pilar". Vinos de bodegas boutique; postres de la abuela con vainillas borrachas; guitarreadas hasta que las velas no ardan en el salón fumador, donde se refugian cazadores, pescadores y otra manga de mentirosos , según el cartel que recibe a los que prefieren los sillones a las mesas. Por último, Los Naranjos de los Portillo, capillenses de toda la vida, abrió sus puertas hace un año y medio como pizzería y se convirtió en restaurante, a cargo del hijo chef, Mauricio Portillo. Tiene la ventaja de estar abierto de martes a domingo por la noche, todo un logro en este pueblo que se enciende, gastronómicamente hablando al menos, con el fin de semana. "Comida clásica buena, acá está toda la familia atendiendo y cocinando", contó, orgulloso, el chef. Raviolones de cordero, ricota o salmón; trucha o pez ángel que Mauricio consigue fresco en Pilar, y bondiola con aceto y miel más batatas crocantes y manzanitas al Malbec son algunos de los platos de una extensa carta que se sirve en dos salones reciclados de una casona colonial. Se puede observar originales centros de mesa: gajos con plantitas de naranjos y pequeñas naranjas de juguete para el restaurante de la cuadra, donde los naranjos en flor perfuman las tardes de Capilla. Se mantiene la venta de empanadas y las pizzas finitas y crocantes para un público que fielmente consume su dosis dominical de farináceos. Y si usted no es de Capilla, al menos conoció un pueblo como los de antes, de esos que se dice que había.

Datos útiles

* Posada La Encantada: Capilla del Señor sin número, muy cerca del centro del pueblo. Hospedaje de fin de semana por persona en base doble con pensión completa: $ 240.
* Restaurante Había Una Vez Fonda: Moreno 562. * Abre los fines de semana, mediodía y noche. Promedio del cubierto: $ 50 por persona.
* Restaurante Los Naranjos. Abre de martes a sábado por la noche; domingo, mediodía y noche. Si hay lugar no hace falta reservar.


Fuente: La Nacion