La imborrable huella jesuita
Patrimonio de la Humanidad desde 1984, las Ruinas Jesuíticas proponen una manera distinta de transitar por la tierra colorada. Los espíritus curiosos y amantes de la historia podrán seguir el rastro que dejaron los jesuitas al sur de la provincia de Misiones; en San Ignacio y otros pueblos que configuran un verdadero circuito (sobre la ruta 14, llega incluso hasta Corrientes), que muestra la impronta cultural de una de las corrientes más humanistas de la historia del catolicismo. Jesuitas y guaraníes convivieron en la zona entre el siglo XVII y mediados del XVIII. El circuito de las Ruinas Jesuíticas, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, incluye San Ignacio Miní, Nuestra Señora de Loreto, Santa María la Mayor y Santa Ana. Además de las huellas que por aquí dejó el gran Horacio Quiroga (Ver El escritor...). Una sirena y un ángel conviven en un bajorrelieve de un muro de piedra asperón rojo seco -como el color de la tierra en esta región del país- que permanece inalterable al paso de los años en San Ignacio Miní, a 60 kilómetros de Posadas, la mejor preservada y la referencia obligada de un circuito de 30 reducciones jesuíticas que incluyen sitios en Brasil y Paraguay. Todavía se conservan la iglesia y casi todo el sector de casas y el colegio mantienen intactos sus muros. En lo que fue la plaza central, aún están en pie los restos de la casa de los sacerdotes, el área de viviendas de aborígenes casados y el de los solteros, la capilla, el templo y el cementerio. San Ignacio Miní no es sólo la mejor conservada, sino también la más visitada por el turismo. Está emplazada en su ubicación actual desde 1696. La iglesia es imponente. Fue restaurada hace poco y es posible recorrer su interior, con el piso original. Se destaca el portal, profusamente tallado. San Ignacio Miní es un testimonio de la potencialidad del pueblo guaraní. Flota allí la energía espiritual de Antonio Ruiz de Montoya, quien encabezó el éxodo de los 12 mil guaraníes que huyeron de la esclavización. Las milicias y sus triunfos ante los paulistas, el éxito económico de la yerba mate y del negocio de carnes generaron el odio de los colonizadores y finalizó con la expulsión de los jesuitas en 1768. En el Museo Jesuítico hay piezas y objetos originales de todo este período recuperados durante la restauración que se hizo entre 1940 y 1950. Otro atractivo es hacer la visita de noche: en la plaza central se ofrece un espectáculo de luz y sonido cuyos relatos ayudan a revivir las experiencias en la misión. A 10 kilómetros al sur de San Ignacio, se encuentra la reducción de Loreto. En su apogeo llegó a tener 6 mil habitantes, imprenta, biblioteca y plantaciones de yerba mate. Además, producía lienzos y cerámicas de gran calidad. Pocos muros se mantienen en pie en estas ruinas abrazadas por la selva. Sin embargo, ofrecen un espectáculo curioso y ya emblemático: la enorme higuera que creció sobre una pared y cuyas raíces se extienden hacia el piso como si fueran tentáculos. Hacia el sur, cinco kilómetros más adelante, están las ruinas de Santa Ana. Rodeadas de verde, se hallan emplazadas en plena espesura de la selva. El rescate de estas ruinas comenzó en 1992. Su enorme templo todavía conserva las gruesas paredes originales y recuperaron las escalinatas, que estaban cubiertas de tierra. A 150 Km. de Posadas, sobre la costa del río Uruguay, está la reducción de Santa María la Mayor. Al final de un camino de 300 metros de antiguos árboles aparece la plaza principal. Todavía se distinguen parte del colegio, la capilla y las casas de los aborígenes. Estas ruinas, alejadas, junto al Paraná, son las que menos turistas reciben. Sin embargo, esa alquimia entre naturaleza e historia puede resultar todo un atractivo para el ojo atento y sutil. En los 30 pueblos jesuitas vivieron más de 140 mil aborígenes. En 1767, los sacerdotes fueron expulsados por orden del rey de España Carlos III. Después, la destrucción, el abandono y el exilio de los guaraníes condenaron a las misiones al olvido. El escritor de la selva
Camino a Puerto Nuevo, a dos kilómetros de San Ignacio, la casa de Horacio Quiroga (célebre por sus Cuentos de amor, de locura y de muerte) guarda una máquina de escribir Remington Noiseless Portable, una moto, una estantería con actas de nacimientos (trabajó como juez de paz), un violín, fotos, caparazones de mulitas y pieles. Deslumbrado por la selva, donde se abrió camino a machetazos, Quiroga compró un terreno sobre el Paraná y construyó una casa. Se mudó con su familia y se dedicó a sembrar, construir canoas, cazar y pescar. Y a escribir. Aquí, los elementos, escenarios, personajes y paisajes que el escritor detalla en cada uno de sus cuentos están a la vista. Basta con leer sus cartas para comprender la añoranza que sentía cada vez que se iba de la selva. Había llegado aquí en 1903 con Leopoldo Lugones para hacer una expedición a las ruinas jesuíticas. Huía de un pasado trágico: la muerte de varios seres queridos. Su literatura describió la Misiones de principios del siglo XX, donde convivían descendien tes de guaraníes, inmigrantes brasileños y paraguayos y colonos europeos. Los animales le dieron voces; esas de las fábulas de Cuentos de la selva.
Datos útiles e información
COMO LLEGAR. Aerolíneas Argentinas vuela todos los días a Posadas, Misiones, por $ 616, incluyendo impuestos. La empresa Vía Bariloche llega por ruta a esa capital en coches con servicio cama, por $ 142. El tiempo de viaje es de aproximadamente 12 horas. Trenes del Litoral sale con su Gran Capitán desde la estación Federico Lacroze; cuesta $ 48 el asiento en clase turista y $ 150 el dormitorio (más información en www.trenesdellitoral.com.ar). Casa de la Provincia de Misiones en Buenos Aires: Santa Fe 989 (4322-0686). www.turismo.misiones.gov.ar
Fuente: Clarin
Nuk ka komente:
Posto një koment