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Neuquén / A 60 kilómetros de la capital provincial

e martë, 4 dhjetor 2007



Un brindis por la nueva ruta del vino patagónico

San Patricio del Chañar, en pleno desierto, se revela con su sorprendente circuito enoturístico de un puñado de bodegas y audaces proyectos

NEUQUEN.- Aunque el fan del Merlot lo trate de snob, el amante del Pinot Noir no deja de ufanarse de su paladar sofisticado. La polémica entre ellos, que se disparó con la película Entre copas (2004), difícilmente pase a mayores (a lo sumo se tildan de delicados o aburridos , nada muy agresivo), pero sigue tan vigente que los mercados del mundo viven aún sus consecuencias. El Malbec y el Cabernet Sauvignon, en cambio, tienen seguidores que se llevan de maravillas: ambos prefieren uvas potentes y, en general, pueden variar entre unas y otras.

El mundo del vino ha crecido tanto que incluso cuenta con hinchas y rivalidades. Pero en este nuevo circuito de la Patagonia, la convivencia entre bodegas es tan armoniosa que hasta llama la atención. Es que por ahora, mientras disfrutan del florecimiento de sus propias marcas, todas sostienen un gran objetivo común: el crecimiento de la región y su posicionamiento en el mercado mundial.

Estas bodegas, además, nacieron casi juntas a partir del proyecto de una única compañía, Inversora SA, que se propuso crear viñedos en la árida zona de San Patricio del Chañar, vender la mayor parte de esa tierra -ya sembrada- y crear así una región vinícola que se instalara entre las más importantes del país. Todo eso en un desierto de 3200 hectáreas, a unos 60 kilómetros de la capital provincial.

Para lograrlo se construyó un canal de riego de 20 kilómetros, hasta conseguir que estas tierras fueran aptas para el cultivo mediante un sistema de goteo. Así, el sueño fue haciéndose realidad: con cuatro bodegas en pleno funcionamiento y tres más por terminarse nació una nueva ruta del vino , la más austral del país, pensada desde un comienzo con un fuerte perfil turístico.

Cada bodega fue construida con pasarelas internas, para que los visitantes puedan conocer todo el proceso de producción. "El boca en boca es una herramienta muy fuerte de venta, de manera que las visitas guiadas suelen generar clientes fieles", dice Julio Viola (h.), uno de los responsables de la firma Del Fin del Mundo, pionera e impulsora de la región. De sus dueños surgió el proyecto y hoy es la bodega más grande de la ruta: tiene una capacidad de 8 millones de litros y está equipada con 200 tanques de acero inoxidable, 2200 barricas de roble francés y americano, y 10 toneles de roble.

El proceso se realiza a la vista, con tecnología de avanzada en todos los casos, entre pasillos amplios y bien espaciosos. El turista no interrumpe la tarea, ya que en general pasa por encima de los bodegueros, cada vez más acostumbrados a trabajar con espectadores. Lo ideal es visitarlas entre principios de febrero y mediados de abril, cuando se encuentran en plena producción, aunque durante todo el año hay actividad y las puertas se encuentran abiertas.

"Una de las diferencias de este circuito es que los horarios son amplios y no se cobra entrada. En algunas empresas de Mendoza, por ejemplo, ante la gran cantidad de gente, algunas compañías decidieron cobrar o poner una tarifa a cuenta de posibles compras realizadas al final de cada visita. En esta ruta, apenas llegan los turistas se intenta empezar el recorrido, con horarios pautados, pero no demasiado estrictos", agrega Julio.

Las visitas guiadas atraen en la actualidad a más de mil personas por mes a cada bodega, en un circuito que se encuentra de paso hacia la Cordillera (San Martín de los Andes y Villa La Angostura, específicamente). Y si bien la capital provincial no ofrece grandes opciones turísticas -en especial, por su escaso alojamiento-, hay proyectos de ampliación en la zona y un hotel 5 estrellas a punto de terminarse, dentro de la bodega Valle Perdido.

Dos de las empresas, además, tienen en pleno funcionamiento sus propios restaurantes, con especialidades patagónicas y vinos -marca de la casa- a precio de bodega. Ellas son NQN y Familia Schroeder, las otras dos compañías que ya venden más de un millón de botellas al año.

Malbec, Cabernet Sauvignon, Merlot y Pinot Noir son los varietales principales, aunque Sauvignon Blanc y Chardonnay equilibran un poco hacia el blanco (el tinto conforma el 85% del viñedo). La gran mayoría de estas uvas son para productos de alta gama . Mientras cada empresa busca posicionar sus propias marcas, juntas han logrado que el paisaje, en nueve años, haya cambiado por completo. Entre miles de hectáreas desérticas, San Patricio del Chañar es hoy un hermoso oasis de color verde viña.

El sabor de la diferencia

"Es un regalo participar del nacimiento de una región", dice el enólogo permanente de NQN, de 28 años. Como sus colegas de la zona, cada uno se ocupó de definir los sabores de los vinos, pero también de diseñar íntegramente las bodegas.

Ellas procuran, a mediano plazo, sacarle el jugo a cada detalle de su empresa para diferenciarse. En Familia Schroeder, por ejemplo, aprovecharon el hallazgo de un aeolosaurus para atraer más visitantes: los restos del animal se exhiben, por un acuerdo de custodia con las autoridades antropológicas, a un costado de su cava, en una vitrina especialmente diseñada. No es casualidad, ante esto, que uno de sus principales vinos se llame Saurus. Pero entre los puntos fuertes de esta compañía, que cuenta con un diseño vertical -por la gravedad se disminuye el uso de bombas-, es la creatividad a la hora de crear productos, como el espumante torrontés El Deseado, que es la nueva estrella de la casa.

"La primera botella la vende el marketing, pero la segunda el enólogo", agregan en NQN, donde aseguran que el color y el sabor de un vino permiten imaginar el paisaje donde fue creado. "La región -continúa su enólogo- empieza con la ventaja competitiva del sello Patagonia, reconocido en todo el mundo. Pero en cuanto a la calidad, lo que Mendoza gana en altitud, nosotros lo tenemos en latitud. El clima es similar, pero nuestra gran amplitud térmica es muy buena para una maduración lenta. También la zona se caracteriza por el fuerte viento, que sumado a las bajas lluvias evita posibles enfermedades por humedad."

La bodega Patritti, a punto de finalizar las obras en la zona más alta de San Patricio, tendrá dos puntos llamativos a la hora de competir: sus vinos estarán dedicados a las mujeres y ofrecerá bodegas personales. "La mujer está empezando a elegir el vino, cada vez interviene más en la selección, tanto en el restaurante como en el supermercado. Tiene otro paladar, busca un vino más sutil, más romántico", dice uno de los dueños.

En cuanto a la generación de bodegas personalizadas, no se tratará sólo de un nombre para la etiqueta, sino de vino propio, a gusto personal del comprador. Cada bodega privada tendrá 4 barricas y espacio para unas 1000 botellas. "La idea es que algunos puedan tener, a largo plazo, su propio viñedo. Pero el target es la gente que busca hacerlo por placer, no como un gran negocio."

Habrá lugar para 40 de estas bodegas, aunque si funciona muy bien, en el proyecto original está prevista su ampliación a 100. La visita guiada empezará justamente por las cavas personales, para pasar luego por las zonas de barricas y recepción de vendimia. A futuro, la bodega tendrá una estancia de estilo patagónico y una laguna artificial.

En las bodegas Del Fin del Mundo habrá 5 habitaciones de lujo, pero en principio están previstas para invitados, como compradores del exterior. La gran apuesta en alojamiento es la de Valle Perdido, con su original wine hotel, que ofrecerá servicios como la vinoterapia.


Nace una denominación de origen

¿Quién hubiera pensado hace nueve años, cuando se plantaron las vides de San Patricio del Chañar, Neuquén, que se estaba constituyendo una denominación de origen, es decir, definiendo una zona geográfica con elementos suficientes como para elaborar vinos de calidad y con personalidad?

El refrán señala que se puede vivir de ilusiones... Pero, pese a que es muy raro, acá esas ilusiones se hicieron realidad: hizo falta esperar un tiempo para comprobarlo, el suficiente para que las viñas alcanzaran la mayoría de edad.

Los primeros intentos de elaboración, allá por 2000, fueron curiosos, desequilibrados, duros, pero despuntaban una personalidad propia. Y a medida que fueron elaborándose nuevas cosechas, los vinos demostraron que tenían resto para evolucionar en forma significativa y con identidad, es decir, no ser un vino neutro, sino que se distinga de otros por color, aroma y sabor. Hoy, ya son algo reconocidos en su tierra, en el país y el exterior.

Para mí, el Malbec, el Merlot, el Pinot Noir, comienzan a competir seriamente en el mercado, quizá porque sean los cepajes que prefiero, y los blancos están encaminados al mismo destino, con un estilo particular, con frescura y buena acidez. La evolución, pues, ha sido buena, aunque en este tema del futuro de los vinos es digna de ser citada la frase de la tradicional bodeguera francesa Philippine de Rothschild ante la pregunta del bodeguero ítalo-yanqui Robert Mondavi: "¿Cómo hacen ustedes para elaborar tan buenos vinos?", preguntó Mondavi, y Philippine contestó: "Monsieur, es muy fácil, sólo se requieren 200 años".

Puede parecer exagerado, pero los que tienen edad suficiente recordaran cómo era los vinos argentinos de los años 60, cómo son los de ahora y cómo serán los del futuro. Entre ellos, los de Neuquén.

Fuente: Nacion

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