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CIRCUITOS :: ARGENTINA

e mërkurë, 11 korrik 2007


48 hs en Santiago del Estero


Es la ciudad más antigua del país. Su riqueza cultural combina, en Río Hondo, con los famosos baños termales.


Es llamativa la devoción que los santiagueños tienen por la chacarera. Lo manifiestan ofreciendo su ritmo pegadizo a través de guitarras, bombos y violines y bailando con pasos delicados, en fiestas colectivas que convocan absolutamente a todos los hijos de esta tierra, sin exclusiones.


Ese testimonio vivo que define a todo un pueblo -a veces taciturno, otras algo más animado, pero decididamente amable y hospitalario- puede ser el eje que guíe los pasos durante una recorrida por los rincones más atrayentes de la ciudad de Santiago del Estero.


Así, de la mano de la más representativa expresión local, en centenarias fincas del casco histórico y en los renovados parques que adornan el río Dulce aflora un valioso bastión de cultura quechua.



Primer dia



08.00 El invierno despega templado, casi primaveral, en la capital santiagueña. Esa atmósfera se percibe todavía más agradable sobre la Costanera que bordea el río Dulce. El desayuno de medialunas y tortillitas en Coffee 24 indica un comienzo auspicioso.

09.00 Sustentado en bulevares, amplias franjas de césped, eucaliptos, pinos, un vivero municipal y canteros llenos de flores, el Parque Aguirre echa por tierra con el prejuicio que adjudica a esta provincia un paisaje invariablemente árido y monótono. Lo disfruto paseando en bicicleta por el Rosedal y esquivando a algún rezagado del boliche Kalú, que de noche se enciende como irresistible faro.


10.00 El Mercado Armonía impregna con aroma a pimentón, comino y orégano. Los artesanos se revelan maestros de la cestería, los tejidos en telar, los quesos artesanales y delicados adornos en algarrobo, quebracho, caña, junco y palma. Hay que controlar las tentaciones: aquí deleitan los dulces y licores de tuna, mistol y chañar.


11.30 Las más lejanas raíces de los santiagueños reposan entre los objetos de alfarería y minerales que atesora el Museo de Ciencias Antropológicas y Naturales Emilio y Duncan Wagner. La civilización chaco-santiagueña surgió en el siglo IV con la cultura tonocote o jurí. Al lado del museo, me asomo a la señorial sala del teatro 25 de Mayo, de 1910. El estilo lírico italiano de palcos, platea, tertulia y cazuela recrea fielmente el circo romano.


13.00 Es la hora de pescar bagres en el dique Los Quiroga, 7 km al oeste de la ciudad. Lo afirma Víctor Hugo González, que habla con conocimiento de causa: "Vengo aquí desde criatura, hace medio siglo. También saltan sábalos, bagres y dorados chicos, especialmente cerca de las compuertas". Me despido del pescador experto pero no del recreo: en las precarias casas de los vecinos ofrecen milanesa y empanadas de bagre y sopa de bagre con maní tostado.


16.00 La comida resultó una caricia para el paladar, a tal punto que estiró el almuerzo y puso en riesgo la impostergable siesta de los anfitriones. De regreso a la Capital, también la ciudad está sumida en el descanso de la tarde. En la urbe silenciosa sorprende la fachada neogótica de la iglesia San Francisco, que resguarda la celda-capilla de San Francisco Solano. Más renombrado es el Convento de Santo Domingo (a pocas cuadras), porque guarda una reproducción de la Sábana Santa.


17:00 Por fin suenan bombos y guitarras en la tierra de la chacarera. Sobre la pérgola de la Plaza Libertad, frente a la Catedral Basílica levantada en 1836, cuatro jóvenes arremeten con "Añoranzas". Me acerco al trotecito y los taciturnos vecinos, mateando junto a fuentes y palos borrachos, me relojean. Sospecho que altero un poco su rutina.


18.00 Un buen lugar para departir con los santiagueños (y, muy probablemente, terminar la charla como entrañables amigos) es la peatonal Tucumán, donde el ritmo se acelera. Pero no mucho.


19.00 Será por las improntas india y mestiza o por el aporte de inmigrantes árabes, italianos y españoles, lo cierto es que las mujeres portan rasgos delicados de una belleza cautivante. Los bares de la calle Roca (como el pub Chester) se transforman en una galería para admirar y descubrir su amabilidad, una virtud en retirada en las grandes ciudades.


22.00 Por la av. Belgrano, en el elegante barrio Juramento, La Tranquera permite acercarse plato en mano a su espectacular asado a la vista y elegir el corte más jugoso. Rendido ante los manjares que humean, completo la cena con un par de empanadas al horno de barro.


01.00 Hay fiesta auténticamente santiagueña en el bar Los Cabezones. Poco importa que entre los parroquianos no se ve a los Carabajal, que suelen venir y prenderse. Entre los tragos de vino y el locro, hasta pasa desapercibido el bailarín Juan Saavedra, un prócer de la zamba y la chacarera. Es que desfilan sin parar los prodigios (conocidos o no) del baile, la música y el canto, que improvisan y contagian hasta al espectador más pasivo. Nadie se queda afuera.



segundo dia



8.30 Los sabores locales vuelven a deleitar en la confitería y bar Tanta, recomendado por las tortas artesanales, las nueces confitadas y el alfajor "mil hojas" de dulce de leche con merengue anisado.


10:00 El coloso Puente Carretero se alarga casi un km sobre el río Dulce, para unir la capital con La Banda, la indiscutida cuna de la chacarera y sus mejores cultores. El invalorable aporte de Julio Argentino Gerez, uno de los más lúcidos autores, se puede percibir en su justa dimensión en el Museo de la Ciudad, creado en la antigua estación de tren. Las referencias al pionero dominan la Sala del Folclore, donde también son reconocidos Los Manseros Santiagueños, Jacinto Piedra, los Carabajal, entre otros músicos.


11.00 Llegan micros desbordados de turistas eufóricos al barrio Los Lagos. Intuyen que la fiesta en el patio de la familia Carabajal les va a deparar uno de esos momentos únicos e irrepetibles. A la sombra de chañares y un algarrobo, se mezclan con los vecinos para bailar levantando polvareda, dar cuenta de tamales, empanadas, asados y tortas, matear, recitar y cantar. "Hace un frío de la maula", susurran Oscar y Alicia "Chichí" Carabajal (tíos de Peteco y Cuti), pero nadie parece escucharlos.


13.00 En la finca del luthier de bombos Froilán "Indio" González -en Boca del Tigre, cerca del aeropuerto-, confirmo la presunción de que los santiagueños saben darle sentido a su tiempo libre. Se recrean en familia y manifiestan una pasión incontenible por el folclore nativo, que aúna a gente de todas las edades y borra las barreras sociales. Mientras El Indio -tronco de ceibo y gubia en mano- muestra el proceso de fabricación de sus instrumentos, sobre el patio de tierra unas 800 personas bailan chacareras sin soltar el vaso de vino, la empanada o el tamal. De fondo suena la voz potente de Raly Barrionuevo. El entusiasmo crece con los preparativos de la Marcha de los Bombos, una caravana encabezada por 2.500 músicos, que todos los años, a fines de julio, recorre las calles desde aquí hasta el centro.


15.00 En Termas de Río Hondo, 70 kilómetros al norte, sólo el río Dulce -que estalla con un rugido en el Dique Frontal- modifica la tranquilidad. Los pescadores llenan sus baldes con bogas, bagres, tarariras y sábalos y Silvio Molinari ofrece una excursión de pesca embarcada para 3 personas, a 100 pesos por cabeza. "Les proveo equipo, combustible y los llevo 35 km aguas arriba, en las bocas de los ríos afluentes", explica tímidamente.


16.00 En uno de esos recovecos del río Sebastián Savater descubrió un yacimiento arqueológico, a partir de una ocarina de cerámica utilizada por la cultura de las Mercedes hace 1.500 años. En poco tiempo, el pescador prefirió dejar la caña, se hizo aficionado a la paleontología y rescató 170 piezas. Su Museo Paleoantropológico Rincón de Atacama de Río Hondo colecciona los fósiles más antiguos de la provincia: calcula que acreditan de 3,5 millones a 5 millones de años.


17.00 Río Hondo recubre una enorme cuenca termal, por lo cual todos los hoteles y casas cuentan con agua cloro-bicarbonatada, indicada para afecciones de la piel, artrosis y artritis. Combato el estrés con un chapuzón en La Olla, un pozo natural de un metro de profundidad. Sobre este espacio público y gratuito frecuentado por los lugareños había hecho referencia el cestero Miguel Medina, uno de los 9 artesanos que tejen a la vista la fibra vegetal, sobre la vereda de la calle Caseros. Se valen de paja brava, palma para coser, y chala de maíz y fibra de unquillo para agregar detalles de color sobre canastos, paneras, bolsos y adornos.


20.00 Nobleza obliga. De entrada, la ciudad de Santiago me ofreció su proverbial amabilidad y no puedo dejar de volver a ella para despedirme sin ningún apuro, como corresponde en estos pagos. Dejo pasar las horas en La Chacha del Gringo. Mejor dicho: el tiempo pasa sin avisar, mientras una guitarreada en esta casona de 1896 pone el marco más adecuado a mesas desbordadas de pasteles (empanadas de carne frita), cabrito estofado, chanfaina (guiso con arroz y menudos de cabrito), locro, tamales y carbonada, un estofado agridulce. Pedir más sería un despropósito.




Fuente: Clarin

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