Gente bien de campo
Una jornada en la estancia La Mimosa incluye paseos en carro, ritmos folclóricos, platos típicos y carreras de sortija. Una vez que cruza el portón de entrada a la estancia La Mimosa, en Open Door, el auto parece convertirse en carruaje, porque la escena nos transporta a otra época. Paisanos salen al encuentro ofreciendo empanadas calientes. Detrás de ellos, la casona remite a la época en que fue construida, en 1869. La ilusión va y viene durante toda la estadía en este campo extendido sobre mil hectáreas. Hace 24 años que la familia Goyenechea, con Mauricio a la cabeza, recibe a gente decidida a dejarse llevar por un ambiente gaucho, en el que también hay espacio para el aprendizaje. La melodía de una chacarera acompaña hasta el comedor, donde hace 138 años funcionaba una cochera de carruajes. En esa sala se recibe a familias, contingentes y cumpleañeros. Desde el escenario, un paisano vestido con sus mejores galas rasguea una zamba bien pegadiza y el desfile de hombres con facón se torna emocionante. Mientras tanto, chorizos y morcillas humean en las bandejas. Luego vendrán el vacío, las costillitas y el pollo. "Si con Dios nos vamos, bebamos", termina el poco creativo recitado del anfitrión y las copas llenas con vino tinto rematan un almuerzo a puro gato y cuecas en vivo. Dos gauchos y dos "chinas" despliegan su talento en la pista de baile y se llevan todos los aplausos, sobre todo cuando arrecia el malambo y las botas levantan polvo sobre el escenario. Luego buscan compañeros entre las mesas y se arma la ranchera con relaciones, que incluyen algún piropo subido de tono. Destreza criolla
Más entonados (un poco por el baile y otro por la bebida), se soporta el frío al recorrer las galerías. Sorprende la conservación del mobiliario, todo original, del tiempo en que el bisabuelo de Mauricio construyó una de las primeras pulperías de la zona. El visitante se topa, inexorablemente, con un ejemplar rarísimo de palo borracho que enmarca la casa. Es altísimo, tiene tres troncos y en otoño sus hojas se tiñen de rojo. Sus dueños se jactan de que el árbol llegó a ser objeto de estudio del Jardín Botánico. La Mimosa es también el ámbito ideal para cabalgar y pasear en carro. Hay caballos adultos, pero un potrillo blanco y un petiso amarronado son los que más salen en las fotos. A media tarde habrá una carrera de sortijas. En su afán de dar a conocer las tradiciones, Mauricio explica el origen y el propósito de esta actividad, mientras los jinetes se preparan. Vienen al galope, casi parados sobre los estribos, con el puntero en alto. El gaucho que logra acertar en la sortija elige a una mujer del público para entregarle su premio a cambio de un beso. Las expectativas por quién será la elegida se transforman en aplausos cuando el jinete que ensarta la sortija es un gaucho de 8 años. Ahora, la estancia -escenario de películas como "Sol de otoño" y "El faro"- invita al mate cocido y los pastelitos. El grupo folclórico vuelve a ser protagonista: uno de los músicos, de 16 años, despliega su talento con un solo de guitarra. Parece tener tantas influencias folclóricas como rockeras. Finalmente, la conjunción resulta insólita y, a la vez, placentera. Mientras uno imagina cómo serán los casamientos en La Mimosa, con la novia llegando en carruaje y el novio, a caballo, la jornada va llegando a su fin. Pero nadie quiere dejar de bailar. Cómo no contagiarse, si hasta unos niños, que apenas saben hablar, intentan imitar el zapateo del gaucho y los giros de las mozas. El perfil tradicionalista de Open Door se disfruta también en otros establecimientos de categoría, donde se destacan los caballos, paseos en carro, actividades rurales y la excelente gastronomía, como Resort de Campo y Polo y San Ceferino. Pocas huellas quedan del pueblo surgido a principios del siglo XX junto a la Colonia Terapéutica Cabred y los pioneros españoles y polacos.
Fuente: Clarin
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