La Argentina construyó otra goleada para afirmar un camino que intimida
BARQUISIMETO.- No podía ser menos la Argentina. Si los otros tres semifinalistas se habían abierto paso a pura goleada, el seleccionado tenía que responder a su condición de favorito con una victoria concluyente. Y la consiguió con un 4 a 0 sobre Perú en un segundo tiempo en el que dio mucho de lo que se espera y está en condiciones de ofrecer. La Argentina destruyó a Perú en los últimos 45 minutos. Es la ventaja y crédito que tiene este equipo de Basile: cuando se despliega y hace suyo un momento del partido, suele ser irresistible. Lo sufrió Perú, que aguantó a pie firme un tiempo y fue un muñeco de trapo en otro. La Argentina había ido de menos a más, creció en el partido y sigue subiendo en la Copa América. Un rendimiento desparejo, tanto en lo colectivo como en lo individual, le impidió a la Argentina en el primer tiempo establecer la diferencia que podía esperarse a partir de la iniciativa y el control de la pelota que ejerció. En cuanto al desarrollo, se hacen previsibles y repetitivos los partidos para nuestro seleccionado. Los rivales, impresionados y temerosos de la riqueza técnica y el vuelo ofensivo que puede alcanzar la Argentina, tienen por prioridad taparse bien en su campo. Perú fue uno más. Y no era novedad, ya que de su formación se desprendía que siempre pondría a no menos de ocho hombres por detrás de la pelota para defenderse. La Argentina se quedó corta de funcionamiento y de individualidades en el primer tiempo. Hubiera necesitado más de Verón y Riquelme, muchas veces atrapados en la telaraña peruana. En cualquier circunstancia, al seleccionado siempre le quedaba la carta de Messi, que también acompañaba las oscilaciones del equipo. Perú se sentía bastante cómodo en su postura especulativa y arriba tenía a Guerrero para aguantar la pelota y darles algunos dolores de cabeza a los defensores. Viendo que el conjunto de Basile se enredaba demasiado, el público fue a su rescate con el aliento "¡Argentina, Argentina!". A la búsqueda del seleccionado le faltaba un golpe de horno, mayor conjunción. Eran todas apariciones esporádicas. Lo que no variaba era la fiereza de Mascherano en la recuperación. Se necesitaba un revulsivo y Basile apostó por el ingreso de Tevez por Diego Milito. El beneficio fue inmediato. Al minuto de la segunda etapa, Tevez armó una pared con Riquelme, cuya versión goleadora -la arrastra de Boca- lo tiene con tanta confianza que hasta es capaz de sacar un zurdazo pegado a un poste. Un titular indiscutido (Riquelme) y un recambio de primera línea (Tevez) se juntaron para recordarles a todos el potencial argentino, capaz de ganar sin el requisito de jugar muy bien. La Argentina se sacaba un peso de encima, cumplía con la misión de abrir un partido cerrado. Podía soltarse ante un adversario que había quedado tocado y no tenía un plan B para modificar la historia. Bajó los brazos, aparecieron los espacios y el seleccionado no lo perdonó. Messi, que buscaba el gol como un obseso, se dio el gusto tras una asistencia de Riquelme. El partido pasaba a ser una exhibición argentina, una demostración de su poderío ofensivo, facilitado por la capitulación peruana. Era ajustar los pases y echarse a correr que llegaban los goles. Lo hicieron Messi y Tevez en una combinación que aprovechó Mascherano en su inopinada faceta de goleador repetido. La Argentina cerró su festival con un gol, el cuarto, de arco a arco: Abbondanzieri hizo de un despeje una habilitación a Tevez, que corrió endemoniado y asistió a Riquelme para otra exquisita definición. En su despedida de Barquisimeto, la Argentina regaló una goleada. Más que suficiente para apuntalar lo que venía haciendo y acrecentar la ilusión para lo que vendrá.
Fuente: La Nacion
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