Lugares encantados de la Argentina
Historias alrededor de una roca en eterno equilibrio. La aerosilla y los cerros. Hasta 1912, el espigado Centinela pasaba desapercibido a la sombra de La Movediza. Pero cuando el máximo símbolo de Tandil perdió el equilibrio y cayó despedazado en tres partes, las miradas de los turistas viraron hacia el cerro Centinela, coronado por su más llamativa formación natural: una piedra alargada y afirmada sobre una superficie mínima de roca de granito, a la que nada del mundo parece conmover. Tras ese mojón creado por la erosión del viento y el agua, a la leyenda de Amaiké (una joven tehuelche que protegía el Centinela) se suman mil historias agitadas por la leyenda. Desde Olavarría hasta Cabo Corrientes (Mar del Plata), Tandilia es un sistema geológico que los vientos pampero tallaron durante 2.200 millones de años y cubrieron con tosca, carbón mineral y polvos. Una brisa mece delicadamente una hilera de aromos franceses y criollos y desparrama sobre la base del Centinela la fragancia de la flor amarilla retama. El perfume se hace trizas bruscamente en la antesala de un sendero -abierto por los picapedreros y perforado por cuevas de lagartos overos- bajo la humareda del asado con papas, batatas y calabazas que Luis Cerone prepara al horno de barro, en su parador levantado con durmientes y ladrillos cocidos por pioneros vascos. La huella conecta un bosque de zarzamoras con la mole de 7 m. Desde allí, el horizonte es el plano simétrico de un trigal peinado por el viento. Esa escalinata natural en declive también bordea juegos infantiles y una reserva, donde manojos de plantas medicinales -marcela, menta y peperina- son rozados por lagartos, zorros, liebres y jilgueros. Gradualmente, el paisaje del cerro inspira trazos de poesía. Otros matices cromáticos y sonidos presenta en una plantación de cerezas, frambuesas y grosellas, visitada por ciervos dama y musicalizada por zorzales. La cumbre de 365 m es el rostro menos conocido de el Centinela. Se devela al paso lento de una aerosilla. Arriba, en la terraza de una confitería, sólo cabe rendirse ante la vista deslumbrante de otra pantalla gigante: a la derecha, Tandil se empequeñece entre el Parque Independencia y los cerros Nogales y Granito, marcados por los cráteres de las canteras. Del otro lado asoma el cerro Las Animas (el más alto del sistema, con 480 metros). Por las rendijas de un abigarrado pinar se cuelan turistas de a caballo, otros a pie y los aficionados al rappel. Gritan su felicidad con alaridos que los cerros devuelven al instante. A 5 kilómetros del centro de Tandil. Sierras de 2.200 millones de años.
Fuente: Clarin
Fuente: Clarin
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