A 560 km de Buenos Aires, combina turismo aventura, excursiones y bellos paisajes. Los sitios históricos y el color de las aldeas.
Una ciudad con aires de pueblo y campo que homenajea al terrateniente Ernesto Tornquist y un multicolor ramillete de aldeas se dispersan como súbditos que reverencian al icono del cordón serrano. El gigante de piedra ostenta el control de la situación desde su cumbre, estirada hasta los 1.200 metros de altura.
La Comarca Turística Sierra de la Ventana muestra en carne viva la secuencia de cerros, cascadas, cúmulos de rocas, piletones de 14 metros de profundidad y planicies de no menos de 150 metros de largo reverdecidas por gigantescos helechos de 2 metros de alto, que un acomodamiento natural todavía no precisado delineó hace 280 millones de años.
Probablemente, esta maravilla desplegada a 560 km de la ciudad de Buenos Aires, sea el resultado de un violento impacto entre asteroides. O, tal vez, se deba a un poderoso afloramiento de minerales o al estallido de cráteres. Son múltiples las evidencias encontradas, pero el círculo de incógnitas sobre el origen de las sierras no termina por cerrarse. Incluso, poco se sabe acerca de las pinturas rupestres que colorean aleros a 1.100 metros de altura ni sobre los conjuntos de menhires erigidos en círculo cerca del cerro Ventana o alineados a la par de los cursos de agua de las Sierras Bajas. "Serían vestigios de la cultura che che et, anterior a la llegada de los españoles, cuando los conquistadores se encontraron cara a cara con tehuelches y pampas", entrega la teoría más firme el guía Sergio Marto.
Darwin en las pampas
Ni siquiera Charles Darwin pudo encontrarle la vuelta a los misterios de la región, cuando la recorrió en 1832. Obstinado, caminó, navegó y escaló, hasta pasarle cerca a la gran ventana de la que le hablaban los pobladores nómades. Pero no tuvo suerte. Pomposamente, el célebre naturalista inglés definió en su bitácora el paisaje que llenaba sus ojos como "una imponente y bellísima isla en el verde mar de la inmensa pampa". Después de trepar el cerro Tres Picos (el más alto de la provincia de Buenos Aires, con 1.239 metros), escaso de certezas, prefirió seguir viaje hacia la Patagonia.
Indefectiblemente, perturba la aparición repentina de este repentino afloramiento en el predominante paisaje llano de la pampa húmeda. Una extraña mezcla de sorpresa y fascinación envuelve a los visitantes en el punto exacto donde la ruta 76 se torna sinuosa al cruzarse con la 72. Allí se abre el primer ventanal que deslumbra. En esa suerte de mural pintado por una mano maestra, el renombrado cerro Ventana parece perderse entre una cadena serrana atravesada por pinceladas rojizas.
Hacia el oeste, el cerro Tres Picos es la primera figura de esa panorámica que cuelga del cielo y, de izquierda a derecha, completan el Napostá Grande, el Bahía Blanca, el Destierro, el Ventana y las parcelas verde-amarillentas de la estancia Las Vertientes. Entonces, habrá que trepar unas tres interminables horas para descubrir en la cima la razón de tanta fama.
Desde la base hacia las alturas, la vista recorre primero los cambiantes tonos verdes de un bosque de pinos, saltea la franja de roca pelada y se clava en el minúsculo orificio, en el que los antiguos pobladores pampas afirmaban ver el único ojo del dios Cashuati, que (según creían) sabía distinguir nítidamente entre el bien y el mal.
Rumbo a la gran ventana
Turistas ansiosos -empujados por la ilusión de alcanzar el objetivo mayor- se cruzan con gente de toda edad que baja sin fuerzas, sólo impulsada por la satisfacción de haber llegado a la meta. Desde abajo de sus pasos se levanta una polvareda, que cubre el sendero de piedras tapizado por líquenes, viboreante entre coníferas, festucas y espinas de brusquilla.
De a poco, se agiganta la inusual formación tallada por el agua y el viento. Cada paso adelante es acompañado por el rumor de arroyos subterráneos, una presencia constante que parece indicar el rumbo correcto a los principiantes, cegados por el sol cada vez que alzan la mirada para asegurarse de la presencia de la ventana sobre sus cuerpos exigidos. Atrás, la silenciosa panorámica del valle es un espectáculo casi prohibido en pleno desafío: el suelo irregular y lleno de obstáculos del borde del precipicio sólo permite darse vuelta y espiar con cuidado.
La ventana parece estar ahí nomás. Su silueta hueca se vislumbra al final del último recodo del cerro, allí donde se apiñan boy scouts que andan a los gritos por haber alcanzado la meta, turistas desbordados por la alegría que improvisan un pasamanos de prismáticos, cámaras de fotos, filmadoras y mates, y guías que tratan de poner un poco de orden a tanto desahogo.
Por fin, la ventana se presenta de cuerpo entero y su fondo sin pared, abierto al vacío, impone respeto. Ocho metros de alto, doce de profundidad y cinco de ancho son las dimensiones de ese refugio de misterio que transforma en puntos insignificantes las restantes piezas de la Comarca. Incluso se borronean las ruinas del Club Hotel de Villa Ventana, el otro coloso que creó la aristocracia en 1911 y también gozó de fama (llegó a ser considerado el hotel más lujoso del país), aunque efímera.
Alrededor de la figura central, cada pueblo hace su aporte al multifacético color de la región. Por ejemplo, en Villa Ventana, junto al taller artesanal de muñecos creado por Jorge Bottaro, algunos embellecen la geografía seductora con cabañas de troncos y jardines floridos, enmarcados por calles que se cuelan en túneles de pinos. Es indistinto si uno se deja llevar por los senderos de Sierra de la Ventana y Villa La Arcadia, así como en Villa Ventana, los perfumes envolventes de la naturaleza resultan un bálsamo que cautiva y obliga amablemente a estirar cada paseo.
Los múltiples circuitos de trekking dibujan líneas móviles de excursionistas que apuntan hacia todas las direcciones sobre los valles y las laderas de los cerros. En la Villa Serrana La Gruta, un encantador manojo de cabañas a los pies del cerro Ventana y turistas (rara vez conforman una multitud por estos pagos) que se animan con las cabalgatas. El agua cristalina del arroyo Ventana (previsiblemente, todo por aquí refiere al enorme agujero natural, el emblema del Parque Provincial Tornquist) surca las piedras y empieza a marcar el paso de las travesías.Después de superar el lecho de piedras sueltas, los caballos dejan de trastabillar y calcular cada movimiento de sus patas. Mucho más firmes, se largan a trotar hacia las mejores panorámicas, donde un alero cubierto de pinturas rupestres permanece a salvo de las peores inclemencias climáticas, el moderno templo que capta como un imán a fieles portugueses veneradores de la Virgen de Fátima en mayo, estancias históricas y el Ecoparque Kooch, refugio de animales exóticos y autóctonos.
El arquitecto innovador
En cambio, a una veintena de km de La Ventana hacia el oeste, Tornquist marca un contraste, imposible de ignorar a primera vista. Desde la década del 30 del siglo XX, de la mano del arquitecto Francisco Salamone, el verde omnipresente se hace a un lado y la piedra de la serranía reviste edificios monumentales. Más que eso, una combinación de curvas, rectas y esferas, sostiene la fachada art decó del palacio municipal, hasta culminar en una torre que supera en altura al campanario de la iglesia.
El talento innovador de Salamone también asoma sin obstáculos en el desproporcionado portal del cementerio de Saldungaray (9 km al sur de Sierra de la Ventana). Pero aquí la más llamativa obra arquitectónica se queda con las miradas curiosas a la par del reconstruido Fortín Pavón. Ocho ranchos de adobe y techo de paja, levantados en 1863 como posta de la Campaña al desierto emprendida por Rosas, remiten a los tiempos de pasiones bastante más encendidas en la zona. Saldungaray refleja la época de colonización, conquista y expansión del país hacia los vastos territorios del sur. Por esos días, hombres en armas pasaban apurados y se perdían el privilegio de ser seducidos por la naturaleza y disfrutarla sin tensiones.
Ahumados y otras delicias
La gastronomía es un ítem poco difundido de la comarca serrana. Sin embargo, ofrece sabores de primera calidad y sitios de categoría para degustarlos. Se destacan los ahumados de trucha, ciervo, jabalí y quesos. Por ejemplo, el restau-
rante Sherwood de Villa Ventana se especializa en distintas preparaciones de trucha arcoiris: con salsa de champignon en reducción de vino torrontés y especias; al queso azul y crema; a la manteca negra y grillé. También sirve pastas caseras, como panzottis de jabalí con salsa de morrones, cebolla picada y curry, raviolones de ciervo con salsa de 4 quesos y verdeo y ventanas de salmón con salsa holandesa, limón y manteca.
Al pie del cerro Ventana, El Mirador deleita con queso ahumado de oveja patagónica salteado con jamón crudo, oliva y tomate, jabalí Ventania (arrollado al tomillo con ratatouille), raviolones de jabalí o trucha y ciervo con panceta y cebolla.
En Villa Ventana, la carta de la casa de té Quetralué tienta con chocolate artesanal, tortas (entre ellas, la negra galesa), panes, jamón y paté caseros y picadas de ciervo y jabalí ahumados. Cerca de allí, camino a Sierra de la Ventana, La Espadaña es el mejor lugar para degustar ciervo y jabalí en escabeche, cazuelas de lentejas y mondongo, carnes asadas, locro y empanadas criollas, en un informal ambiente de guitarreadas y canciones folclóricas, que animan el dueño "Pichi" Pedernera y su hijo Patricio. Entre las exquisiteces locales, no deberían pasarse por alto las cervezas artesanales rubia y negra Reina Serrana -elaborada en Tornquist- ni los alfajores de dulces caseros Mamuelquén.
El mirador
Me encantaría volver a Sierra de la Ventana, de donde guardo jirones de hermosos recuerdos de mis visitas, desde mi primera excursión en ómnibus cuando era niño. La naturaleza se disfrutaba en familia y con amigos del club de Bahía Blanca, donde nací. Ese conmovedor paisaje sugería embarcarse en variadas aventuras, siempre entretenidas y esforzadas, como buscar agua en arroyos muy fríos que formaban piletones, pasar la noche a la intemperie en bolsas de dormir y recolectar renacuajos en los charcos. Ya a los 14 años pude recorrer más ampliamente esa mágica comarca, cuando fui como mochilero con mi hermano.
Al cumplir 20 años, abordé la serranía otra vez en carpa, pero de un modo más civilizado: me instalé en un camping. Entonces, hice trekking en forma más relajada y tuve el privilegio de conocer el legendario Club Hotel Sierra de la Ventana todavía íntegro. Era una valiosa reliquia, cuya destrucción desdibuja con una mancha oscura esa región llena de maravillas. A tal punto es tan atractiva, que Ventana fue la razón de que desde aquellos tiempos me acompaña la ilusión de conocer las sierras de Córdoba y las montañas del Noroeste. Todavía me debo esa gratificación.
Fue a principios de los 70 cuando la sierra me mostró su poder: intenté ablandar mi Fitito, pero no hubo forma de hacerlo trepar. Entendí que lo mejor es abordar Ventana a pie o a caballo. Así se disfruta mejor.
MINIGUIA
COMO LLEGAR. LADE vuela de Bs. As. a B. Bca. los martes 12.20 con escalas en Mar del Plata y Necochea (3 hs. 30'). Ida/vta. c/imp., $ 440; tasa, $ 6. Remís de ahí a Ventana, $ 140. Bus Expreso Cabildo (1 h. 45'), $ 13. Tren Constitución-S. de la Ventana (10 hs.), martes y jueves 19.35; regresa miércoles y viernes 21.30: $ 20 Turista y $ 26 Primera. Bus semicama El Cóndor-La Estrella de Retiro a S. de la Ventana (sale 22.20; tarda 8 hs. 30'), $ 63. De Bs. As. son 550 km por Ricchieri (peaje, $ 0,70), Au. a Cañuelas (peaje, $ 0,70), ruta 3 (2 peajes, $ 4,90), autopista Azul-Olavarría (peaje, $ 2,20) y rutas 51 y 76.
DONDE ALOJARSE. Hoteles, estancias, cabañas y campings. Hab. doble y des. en hotel Provincial, $ 102; p/3, $ 120; 3 d./2 n., pensión completa en estancia La Luisina, $ 475 por pers.; 2 a 10 años, 50%; apart p/4 Los Robles c/desayuno, TV e Internet, $ 195; camping Municipal $ 6.
QUE HACER. Cabalgata Campo Equino (45'), $ 20; de 2 hs., $ 45; de 4 hs., $ 70; entrada a Parque Kooch, $ 10; arquería, tirolesa o palestra en Kooch, $ 5; trekking guiado x Alejandro Corradini en cerro Ventana (6 hs.), $ 20; cicloturismo, rappel y tirolesa (4 hs.), $ 30; travesía en camión todo terreno y anfibio Del Belisario x bosques, Abra Ventana, sierras y arroyos (2 hs.), $ 30; entrada al Parque Tornquist, $ 8; 6 a 11 años, $ 3; trekking guiado hasta pinturas rupestres o Garganta del Diablo (6 hs.), $ 30.
Fuente: Clarin
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Sierra de la Ventana, una perla en la pampa infinita
e martë, 28 gusht 2007
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El Punto Perfecto
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4:42 e paradites
Etiquetas: Mi argentina, Sierra de la Ventana
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