El Cerro de la Virgen, un destino con numerosos fieles
Miles de peregrinos siguen llegando a la ermita, a partir de las supuestas apariciones SALTA.- El sendero tiene 800 metros, es de tierra y se va filtrando entre la vegetación. Miles de personas lo recorren con sus esperanzas a cuestas. Algunas llevan rosarios colgados en el pecho, otras rezan o marchan en silencio. "Es el perfume que indica su presencia. Es la Virgen. Está en el cerro ¿Rosales? No aquí no va a encontrar ni una sola rosa", dice Mirta Opacek, de 61 años y vecina de Quilmes, que no puede evitar hacer un alto en su tercera visita al llamado Cerro de la Virgen. El aroma es intenso, dulce, pero algunos de los peregrinos que vienen detrás, curiosamente, no lo perciben. Dicen que es la primera manifestación de algo sobrenatural. Hasta este lugar, pegado al barrio Los Tres Cerritos, llegan cada sábado unos 15.000 fieles de todo el país, aunque a veces pueden ser muchos más, como el 26 de mayo último, cuando unos 40.000 habrían ascendido al cerro para encontrarse con María Livia Galliano de Obeid, una vecina de esta ciudad que asegura tener encuentros y recibir mensajes de la Virgen desde 1990. Se habla de más de 300 casos de sanaciones físicas y espirituales. Testimonios y supuestas apariciones, y mensajes que el arzobispado local no avala, pero analiza con detenimiento. Lo cierto es que el fenómeno ha trascendido el terreno de la fe para convertirse, además, en una movida turística que no para de crecer. Hay que tener fe El último tramo del sendero regala una de las mejores vistas de la ciudad. Un poco más allá, después de la última curva, aparece la ermita, construida allí, según María Livia, a pedido de la Virgen. Es austera, de piedra y con techo de tejas. Junto a la puerta hay un árbol, del que cuelgan cientos de rosarios de todos los colores. La fila para ingresar es larga. Todos quieren orar y tocar el manto de la imagen de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico, como habría pedido ser nombrada. Al salir, los fieles dejan sus intenciones en un buzón, que es vaciado a cada rato por los voluntarios, llamados servidores, que llevan un pañuelo celeste sobre los hombros. Mercedes González vive en Congreso y lleva un maletín oscuro colmado con intenciones, agradecimientos, ropa y fotos de chicos internados en hospitales porteños. "Vengo hace cuatro años. Sé que la Virgen y Jesús están aquí. Hay que tener fe", repite con los ojos llorosos, mientras una de sus compañeras transporta una imagen de la Virgen en una urna vidriada. Todos esperan las 12, cuando Galliano, ama de casa, tres hijos, tres nietos, y buena posición económica, llega al cerro para iniciar el rezo del rosario. Viste de forma sencilla: pollera gris, pulóver crema, zapatillas blancas, y lleva el pelo recogido. La emoción reina en el lugar. Hasta aquí llegan desde distintos puntos del país, en su mayoría en grupos organizados por parroquias, clubes y entidades barriales, para pedir salud, trabajo, agradecer o encontrar paz. "Mi hija se sanó en el cerro. Tenía una afección grave en la vejiga. Con hemorragias, pero todo se detuvo. Los médicos y los análisis indican que está curada", asegura Victoria, una salteña que colabora con la organización, que no deja fisuras: hay puestos de atención médica y entrega de agua, baños químicos, colectivos y camionetas de voluntarios que no paran de transportar visitantes. Arriba no está permitido ingerir alimentos. Tampoco cobrar, ni siquiera las estampitas, que se entregan de a miles, ni dar propinas. Acompañado por el canto y la música de un grupo de jóvenes, sin estridencias ni euforias desmedidas, a las 13 comienza la oración de intercesión, en un sector arbolado, cubierto por una lona media sombra. En los primeros asientos hay padres con sus hijos enfermos, ancianos, discapacitados motrices. Galliano reza y apoya la mano en los hombros de los peregrinos. Muchos se desploman en segundos, mientras son ayudados por los voluntarios, que los van acomodando en el piso. Los desmayos duran unos segundos o minutos, aunque hay casos de media hora, y más también, y al despertar varios permanecen sentados, otros se levantan tambaleantes, lloran. Algunos aseguran haber visto a la Virgen, o intensos colores, verde y rojo. En su primer ascenso al cerro, el sacerdote Guillermo Marcó, que hasta el año último fue el vocero oficial del cardenal Jorge Bergoglio, describe el momento como inolvidable. A tal punto que, una vez reincorporado, se ató el pañuelo celeste para ayudar. "Siempre estuve consciente, escuchaba lo que ocurría a mi alrededor, pero el cuerpo no respondía. Ingresé en un estado de oración muy profundo, intenso." Ercilia Scalise, de Buenos Aires, es la tercera vez que llega al cerro. Dice que no vio imágenes durante el desmayo. Y agrega: "No hace falta verlas. Sentí la presencia de la Virgen. Una gran paz interior". Los cánticos sólo se detendrán cuando llegue a su fin la última oración de intercesión. Algo que puede ocurrir a las 19, o más tarde aún, con el último peregrino. Rosario en mano, María Livia sigue con su misión, sin dar señales de cansancio. Sus seguidores aseguran que no es ella la que está allí, sino la Virgen. "¿Por qué algunos fieles no caen? Tal vez porque están pendientes del entorno o no llegan a abrir su corazón en forma plena, entonces prima la razón. Pero el encuentro de almas -aseguran- siempre se produce." Ermita de San Bernardo, la más antigua SALTA.- Si bien hay grupos que sólo viajan hasta aquí para vivir la experiencia del cerro y regresan a sus hogares casi sin pisar el centro, no son pocos los turistas que extienden su estada para conocer las bellezas de la ciudad, que tiene en sus iglesias uno de los puntos más importantes. La ermita de San Bernardo es una de las paradas obligadas. Se trata de la edificación religiosa más antigua de la provincia, levantada a fines del siglo XVI y reconstruida en 1714, al quedar en ruinas por el terremoto de 1692. En el siglo XVIII se levantó a su lado el hospital San Andrés, que asistió a los soldados de la Guerra de la Independencia; y en 1846 comienza a funcionar como Convento San Bernardo de las Carmelitas Descalzas. Un conjunto arquitectónico imperdible. Una sugerencia: detener la atención en el portal de algarrobo, tallado con exquisitez, en 1762, por indígenas de la región. Los domingos no es extraño encontrarse con algunos de los peregrinos que el día anterior visitaron el cerro. Es que en noviembre de 1995, Galliano habría recibido un mensaje de la Virgen, en el que le pedía acercarse al convento. Desde entonces, las monjas de clausura la acompañan con sus plegarias. Claro que el contacto más directo con ellas se puede dar en la misa del domingo, a las 7.30 y a las 10, cuando cantan y oran detrás de una rejilla de madera, o al dejarles intenciones en una ventana giratoria. También es posible comprar allí algunas de sus artesanías, como los rosarios de pétalo de rosa, que conservan su especial perfume por más de 20 años. Para tener en cuenta El acceso al cerro abre a las 8 y cierra a las 16. Desde el centro y en vehículo se llega en no más de 10 minutos. En una gran explanada, a unos 8000 metros de la ermita, las personas mayores o con problemas motrices son trasladadas gratis en autos y combis de los voluntarios. El resto sube por el sendero. Según el momento del año, se recomienda llevar abrigo, además de ropa y calzado cómodo. Más datos, en www.inmaculadamadre-salta.org. Allí se explica que la Virgen pide el rezo diario del rosario, la conversión a la fe, y la devoción y consagración al Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús. También habla de la unión de Oriente y Occidente, y la preparación para la segunda venida de Jesucristo. Tour santo por el centro salteño La ciudad es una invitación a caminar, a paso lento, como impone el ritmo de sus habitantes. Y no se debe andar mucho para disfrutar de su impronta religiosa. Apenas se llega a la plaza 9 de Julio, la principal, con sus típicos naranjos, se destaca la delicada arquitectura de la catedral, de 1858, con su fachada de estilo clásico italiano, columnas corintias, balaustradas, frisos y dos fabulosos campanarios. El interior, de tres naves, con una ornamentación exuberante, no defrauda. Conserva las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro, patrones de la provincia; y el Panteón de las Glorias del Norte, donde descansan los restos del general Güemes y se exhibe su escapulario, donado por la familia hace unos años. Pero la caminata apenas empieza. Desde allí se puede ir hasta la iglesia de San Francisco, del siglo XVIII, en Caseros y Córdoba, que llama la atención por el color terracota, y los detalles en marfil y blanco. El campanario tiene 54 m y es uno de los más altos de América. El templo conserva la Campana de la Patria, realizada con la fundición de los cañones de la Batalla de Salta. Entre otras imágenes, la Virgen de la Dulce Espera, del siglo XIX, suele tener varios escarpines de lana a sus pies, y a la que las mujeres embarazadas le rinden culto los 25 de cada mes. A sólo siete cuadras se encuentra la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña, Alberdi 485, levantada en el siglo XVIII. Otros templos que vale la pena visitar son el de San Alfonso y La Merced. Más datos, en www.turismosalta.gov.ar Cuando comienza a caer la noche, la magnífica arquitectura de estos templos y otros edificios históricos, como el Cabildo, se ve resaltada por la delicada iluminación de sus fachadas. Tal vez sea el momento de detenerse en algunos de los restaurantes de la plaza 9 de Julio, con sus mesas a la calle, para degustar unas ricas empanadas, una copa de vino tinto, y dejarse llevar por el ritmo de algunas guitarras, que aquí suenan tan bien. Datos útiles Cómo llegar * En avión, el pasaje Buenos Aires-Salta, de ida y vuelta, cuesta 405 pesos, por LAN, con impuestos incluidos. Frecuencia diaria.
Fuente: La Nacion
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