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Viajar lento

e mërkurë, 17 tetor 2007


La hora del slow travel

Con el caracol como emblema, hay una tendencia global en rápida, vaya paradoja, expansión: la de las travesías relajadas, sin apuros, responsables con el medio ambiente, y distanciadas de las convenciones y los circuitos turísticos tradicionales; mejor, despacio Viajar en tren en vez de avión. Conocer un lugar en profundidad y no 20 ciudades en 20 días. Preferir la gastronomía típica a la internacional. Descubrir, no sólo mirar. Estas premisas, que hasta podrían ser consideradas poco pretenciosas, son algunos de los pilares del slow travel, tendencia que crece en el mundo de la mano del movimiento slow. La propuesta surge como contrapartida de la modalidad de viajes de los últimos tiempos. Esas salidas donde se vuelve más agotado que antes de partir, con vuelos interminables, horas y horas de espera en los aeropuertos, y paquetes tan ajustados que obligan a mirar más el reloj que el paisaje. El viaje lento, placentero, sin apuros ni corridas llega como una derivación de un pariente muy cercano: el movimiento Slow Food, que nació en Italia en 1989 para contrarrestar la comida estandarizada y la vida rápida, impedir la desaparición de las tradiciones gastronómicas locales y combatir la falta de interés general por la nutrición y los sabores. Así como Slow Food propone saborear la comida, slow travel sugiere degustar lentamente los viajes, ser parte de la vida local y conectarse con los habitantes. Una filosofía similar aplicada en otro aspecto. No existe una institución formal de slow travel, pero sí miles de blogs en Internet que intercambian experiencias y comentarios. "Un viajero que quiera sumarse a esta tendencia debe priorizar los medios de transporte más amigables con el medio ambiente, y también la naturaleza de los viajes, que sean individuales y activos. También se sugiere alojamientos más íntimos, como hoteles boutique", según uno de los párrafos de una extensa nota publicada en mayo en la revista Newsweek sobre el tema. Los fundamentos del slow travel se vinculan también con principios ecológicos y de conservación del medio ambiente. Ante todo debe ser un turismo responsable, que genere el menor impacto en la naturaleza. Los viajeros slow son grandes defensores del tren. Lo prefieren a cualquier otro medio de transporte por su baja contaminación y porque asegura un viaje confortable, donde es fácil compenetrarse con el paisaje. Por supuesto, también bicicleta, bote y caminata para recorridos cortos. "Un viaje relacionado con el movimiento slow debe tener un vínculo con los productores locales, hacer visitas a sus huertas, bodegas o fábricas, y hasta alojarse en ellas en los casos que sea posible", aporta Santiago Abarca, coordinador de los convivia (especie de sedes) en la Argentina de Slow Food, que descubrió esta corriente en un viaje por Italia hace siete años y desde entonces intenta que todos sus viajes tengan estas características. La agrupación cuenta con 500 socios en el país.

El gurú


Los seguidores de este movimiento tienen un libro de cabecera, Elogio de la lentitud , de Carl Honoré, canadiense radicado en Londres que de un día para el otro se dio cuenta de que ni siquiera tenía tiempo para contarle un cuento a su hijo. La obra, publicada en 2005 y traducida a 25 idiomas, rastrea la historia de la relación cada vez más dependiente del tiempo, y aborda las consecuencias y la dificultad de vivir en esta cultura acelerada. Elogio de la lentitud es la primera mirada de gran alcance a los movimientos defensores de la lentitud. "Tengo un antes y un después muy claros. Antes llegaba a cada momento, a cada actividad, a cada tarea con un objetivo: hacerlo lo más rápido posible. Ahora prefiero hacer las cosas bien. Tengo la impresión de que soy mucho más productivo hoy que cuando corría siempre. Eso es la paradoja de la lentitud, muchas veces es más rápida y más eficaz que la velocidad", las palabras de Honoré sobre su propia experiencia.

Italia, referente


Además de viajes lentos, hay ciudades que quieren vivir todo el año de una manera afín con el movimiento.
La Città Slow (ciudad lenta, en italiano e inglés) es un sello de calidad turística que se otorga a aquellas localidades que cuentan con una gastronomía autóctona, ecológica y de calidad, con productos artesanales y lugares tradicionales de comida por medio de una organización internacional subsidiaria de Slow Food. También se necesitan más requisitos si se quiere este sello: tener menos de 50.000 habitantes, los cascos históricos deben estar cerrados al tráfico y apostar por una arquitectura medioambiental que reconstruya espacios históricos y priorice las zonas verdes los y parques. La ciudad de Bra, en el norte de Italia, fue la primera ciudad lenta del mundo y es donde está la sede de Slow Food. Actualmente existen alrededor de 60 città slow en el mundo, la mayoría en Europa y principalmente en Italia, y muchas otras en carpeta esperando aprobación. Y también existe un incipiente mercado turístico que sólo sale de viaje por esas ciudades y con los parámetros del slow travel. Porque más allá del destino elegido, lo que importa es el modo de vivirlo, de conectarse con el lugar y descubrirlo.

Fuente: La Nacion

1 koment:

Unknown tha...

Buenas Noches,
les cuento que formamos Slow Travel Chile www.slowtravel.cl hace 2 años.......dedíquenle un tiempo a nuetsro sitio web ...serán bienvenidos.....UN ABRAZO
Agustin landeta
Director Slow Travel Chile