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ESCAPADAS - ESCOBAR

e hënë, 19 nëntor 2007



Un toque japonés al lado del río

Por la Capital Nacional de la Flor, un circuito guiado combina parques, viveros y buena mesa.


Huyendo del estruendo de la gran ciudad, el bus serpentea entre las calles, alcanza la autopista Panamericana, toma el ramal de la ruta 9 y llega a Escobar. Al instante, el contraste entre el punto de partida y la "Capital Nacional de la Flor" se hace evidente. Se advierte, de entrada, que esta ciudad copada por los colores de la naturaleza es la sede anual de la fiesta máxima de las flores.

Ubicado frente a la plaza Brigadier Juan Manuel de Rosas, donde pasear por los rosedales es casi una obligación (el aroma que desprenden se huele desde la vereda de enfrente), se encuentra el Jardín Japonés, inaugurado en 1969 en homenaje a la colectividad nipona. Típicos de Japón, los espacios son utilizados racionalmente, lo que estimula la meditación en contacto con la naturaleza.



Atmósfera oriental



Tras la reja de entrada, es imposible no serenarse ante el aire fresco, provocado por las 63 especies vegetales que lo habitan. El envolvente perfume de las flores y las plantas, a la par del sonido que desprende el agua al caer en forma de cascada, hacen lo propio, trasladando al viajero a otro estado de conciencia.

Lo ideal en este paseo en el que reinan la tranquilidad, los sonidos tenues y el silencio es dejarse llevar por los senderos, descubriendo objetos y detalles que remiten a la milenaria cultura oriental. Aparecen faroles fabricados en piedra tallada, fuentes de agua, puentes rojos que cruzan pequeños lagos y caminos de piedra que se adentran en los espejos de agua, lo que permite alimentar a un centenar de carpas.

Lo mejor a la sombra de la robusta arboleda es sentarse en los bancos de mármol, para dejarse acunar por el trinar de los pájaros. Un buen pasatiempo es vagar la mirada por los árboles, tratando de descubrir el famoso "Arbol de la vida". Es todo un símbolo en Japón, ya que se trata de la única especie vegetal que logró sobrevivir a la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima durante la Segunda Guerra Mundial.

Más tarde, la orilla del río Luján atrae como un imán. Pasear por la costanera puede ser un excelente preludio para el almuerzo, después de recorrer la feria artesanal, que se destaca por sus flores, plantas, objetos de mimbre, dulces caseros, embutidos y múltiples artesanías.

La tentación es grande ante tanta oferta, pero abandonar el río no es tarea sencilla. Aunque pasado el mediodía el ronroneo del estómago pone fin al paseo ribereño y lleva al almuerzo. De paso, se impone una vuelta por las quintas residenciales del barrio El Cazador. Un restaurante de estilo campestre homenajea a sus clientes con un buffet frío, empanadas caseras, achuras, pollo, lechón y asado al asador.



Del vivero a Pilar



La frutilla del postre viene de la mano del vivero Hisaki, donde es posible pasar la tarde entre interminables hileras de plantas, flores y árboles de todo tipo, tamaño y color. Cuando ya no queda lugar para el asombro, en lo que parece el final del recinto, gran parte cubierto y el resto al aire libre, otro jardín japonés surge detrás de una tupida ligustrina y el visitante se ve transportado hacia el más lejano Oriente.

El día se completa de la mejor manera con una visita a una capilla de Pilar, réplica de la Santa María que se levanta en las islas Malvinas y de su cementerio, donde 649 cruces recuerdan a los soldados argentinos caídos en la guerra de 1982. De regreso al ajetreo de la Capital, nada podrá quitar la inalterable paz encontrada en los jardines japoneses.

Fuente: Clarin

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