Iguazú: cataratas de leyenda
Con la Garganta del Diablo como protagonista, la naturaleza ofrece un estremecedor show que siempre vale la pena volver a ver
Un lugar de leyenda. Y una de las más impactantes postales argentinas. Las cataratas de Iguazú, como si hubieran sido creadas para reunirlo todo, exuberancia, exotismo, historia, aventura, ofrecen además un excelente nivel de infraestructura y se pueden conocer durante todo el año, en un casi perpetuo verano.
Casi no hace falta presentar sus récords: entre 160 y 260 (según el caudal del río) saltos de 80 metros de altura, a lo largo de 2700 metros, con una caída de 1500 metros cúbicos de agua por segundo, que asombraron al adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca, primer turista en la zona, atraído por lo que contaban los guaraníes había conocido mientras buscaba una ruta entre las colonias portuguesas de la costa atlántica y el Río de la Plata.
Para los guaraníes, las Cataratas nacieron de una tragedia romántica, cuando un joven cacique quiso salvar a una joven de ser arrojada al río Iguazú como sacrificio para la serpiente que vivía en su lecho. Furiosa, la serpiente dividió el curso del río y atrapó a ambos en sus aguas: el cacique fue transformado en los árboles que coronan los saltos, y la cabellera de su novia, en la caída de las aguas. Junto con ellos entró en la leyenda la Garganta del Diablo, el salto más espectacular profundo y abrumador, que produce un ruido ensordecedor y genera una eterna neblina sobre su boca abierta.
El palco y el escenario
Otra leyenda cuenta que las Cataratas hacen su show en el lado argentino, pero que hay que cruzar del lado brasileño para verlo. Puede ser cierto para una visión de conjunto, pero es indispensable tener la experiencia directa de las Cataratas, y dejarse mojar por los saltos: las pasarelas del lado argentino permiten caminar sobre el agua, cuando no al pie de los saltos, hasta la Garganta del Diablo, donde el agua cae furiosamente y muestra toda la exuberancia de la naturaleza subtropical de Misiones.
Las pasarelas argentinas permiten hacer dos recorridos. Uno superior, por arriba de las Cataratas, para ver el agua cuando se vuelca hacia las entrañas de la tierra. Otro inferior, al nivel de los saltos de agua. También se puede llegar hasta las islas dibujadas por los brazos del río, todavía aturdido por su hazaña. La más famosa es la isla San Martín, donde se filmaron escenas de la película La misión . Pero se puede alcanzar el pie de los saltos si uno se embarca en una lancha. Como en un rodeo acuático, el gomón lucha con las aguas para abrirse camino y regalar una vista soberbia sobre los saltos, que, desde abajo, parecen aún más imponentes.
Para completar las perspectivas de Iguazú, el agua grande de los guaraníes, hay que ver las Cataratas desde la orilla brasileña. Se sube sobre el acantilado de roca junto al agua, como para internarse en el corazón de la fuerza de la naturaleza. También hay una pasarela hasta un lugar siempre envuelto en neblinas, que extiende mucho más allá de los saltos el abrazo de las Cataratas.
En ambos lados del río, que marca la frontera entre los países, hay centros interpretativos. El argentino se destaca por una valiosa información sobre los indígenas, la fauna (con el atrevido coatí como residente estrella) y la flora de la selva misionera, protegida en buena parte de la región por un parque nacional. También se ven mariposas y aves: tal vez una de las mejores formas es hacer avistamiento en la selva.
Distintos operadores ofrecen también excursiones a caballo, en tractor, o visitas a comunidades guaraníes. Otra alternativa son las actividades de aventura como el canopy (deslizarse entre las cimas de los árboles), rappel en paredes de roca, y para los menos atrevidos, un paseo en el trencito ecológico que circula a orillas del río del lado argentino.
El programa no termina aquí, ya que sigue hasta el monolito de la Triple Frontera, donde el Iguazú llega al Paraná, y se delimita así la unión entre la Argentina, Paraguay y Brasil.
Fotos: Federico Guastavino y Julia Caprara
Además...
Wanda: la meseta misionera esconde tesoros en el suelo. En el poblado de Wanda, las geodas de piedras semipreciosas aparecen en el suelo, y se pueden conocer en un recorrido por las minas a cielo abierto. Hay venta y exposición de piezas y se muestra el proceso de pulido de las piedras.
Ruinas de San Ignacio: en medio de la selva, se visitan las ruinas del pueblo y de la iglesia de San Ignacio Miní, construidas por los jesuitas y los guaraníes. Cerca está también la casa del escritor Horacio Quiroga, que tanto amó la selva misionera.
El Parque de las Aves: junto a la entrada del parque, del lado brasileño, es posible conocer las principales especies de la exuberante selva misionera. Tucanes, guacamayos y otras aves vistosas forman parte del recorrido.
Datos útiles
Secretaría de Turismo de Misiones: Colón 1985, Posadas. (03752) 447540.
Casa de Misiones en Buenos Aires: Avda. Santa Fe 989, 4322-0677.
Secretaría de Turismo de Puerto Iguazú: Av. Tres Fronteras S/N°. (03757) 420147. municipalidad@iguazunet.com.
En Internet: www.iguazuargentina.com (sitio del concesionario del área Cataratas) www.turismo.misiones.gov.ar .
Salir de noche
Cuando asoma la luna llena, se organizan en el parque nacional caminatas nocturnas junto a las cataratas. El recorrido empieza en el tren hasta la pasarela que atraviesa el río rumbo a la Garganta del Diablo. Sólo iluminados por la luz del blanco disco en el cielo, se llega hasta el espectacular salto, que multiplica el reflejo en el agua y la espuma. Como nunca, la naturaleza se impone, no sólo a la vista sino también a los oídos, en el ensordecedor rugido.
Fuente: La Nacion
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